El Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche es un enclave situado en la zona norte de la provincia de Huelva, en la inmediaciones del límite con Extremadura, que cuenta con innumerables atractivos turísticos. Desde sus amplias dehesas salpicadas de encinas, alcornoques y castaños y sus bosques de ribera hasta sus pueblos de casas encaladas y calles empedradas, desde su rico patrimonio histórico-artístico hasta su sabrosa gastronomía, con el cerdo ibérico y los productos de la huerta como principales estandartes… Además, para que la experiencia sea total y podamos descansar antes de regresar a la rutina del día a día, nada mejor que alojarnos en un hotel de cuatro estrellas en Aracena.
Este será nuestro campamento base. Aracena, capital de la comarca, cuenta con un casco urbano que está declarado Bien de Interés Cultural. Y con uno de los lugares más sorprendentes de toda Andalucía. Bajo su cerro, a cuyos pies está nuestro alojamiento en la Sierra de Huelva y sobre el que se asientan el castillo que en la Edad Media sirviese para defender el Reino de Sevilla de los ataques de las tropas de Portugal y de las Órdenes Militares asentadas en el sur de Extremadura, y la iglesia prioral, un templo de tres naves de igual altura, cubiertas con bóvedas de crucería, coro y atrio, se halla la Gruta de las Maravillas, una posibilidad única de emular a Julio Verne en su conocida novela ‘Viaje al Centro de la Tierra’. Un espacio subterráneo con lugares de nombres tan sugerentes como la Sala de los Desnudos, la Cristalería de Dios, la Sala de los Brillantes o la Marmita de los Gigantes.
Aunque nuestro destino de esta semana es la vecina localidad de Niebla, a algo más de una hora en coche de nuestro hotel rural en Aracena, resulta casi imprescindible, para completar la visita a Aracena, darnos una vuelta por el pueblo para admirar las más de 50 obras escultóricas de artistas de reconocido prestigio elaboradas en piedra, bronce, aluminio, hierro e, incluso, cerámica repartidas para diferentes calles y plazas y que conforman el Museo de Arte Contemporáneo al Aire Libre, único espacio de estas características en Andalucía. Y por el ‘delicioso’ Museo del Jamón, donde, en su más de 1.600 metros cuadrados divididos en dos plantas, conoceremos todo el proceso de la cría del cerdo ibérico que nombre a la DOP Jabugo desde que cae la bellota al suelo de la dehesa hasta que el jamón está listo para su consumo.
Dejamos ahora la comodidad de nuestro hotel con spa en la Sierra de Aracena, para coger el coche y conducir hasta Niebla, un tesoro amurallado que guarda uno de los conjuntos histórico-artísticos más relevantes del patrimonio español. Sus orígenes se remontan al Paleolítico, aunque su fundación es obra de los fenicios o los Turdetanos, según unas fuentes, que la denominaron Ilipula, o de los celtíberos, según otras. Más tarde, siendo ya una ciudad estratégica y fortificada, pasa a poder de los cartagineses, que acabarán perdiéndola a manos de las legiones romanas mandada por Publio Cornelio Escipión. Fue un enclave de importancia en el periodo visigodo, pero quizás su mayor esplendor se produce durante el dominio musulmán, cuando fue conocida como Lebla Al- Hamra. En 1262 Niebla es tomada por el rey Alfonso X el Sabio.
Iniciamos nuestro recorrido por su arquitectura militar, en concreto por el Castillo de los Guzmanes, más conocido como Castillo de Niebla, situado en el interior de la muralla. De origen romano, sufrió diversas reformas por parte de sus sucesivos ocupantes, visigodos, árabes y cristianos. Fue primero 'oppium' romano y morada del decurión para pasar, después, a ser espacio para los jefes militares visigodos y durante el periodo musulmán convertirse en Alcázar, enriquecido con revestimientos de azulejos de colores, yeserías e inscripciones y cerámicas, la construcción de una magnífica noria para el riego de los jardines, así como fuentes adornadas con preciosos mosaicos.
La fortaleza ha sufrido grandes daños y saqueos, siendo dos de los hechos más relevantes el terremoto de Lisboa de 1755, que afectó seriamente a la torre del homenaje, y la invasión napoleónica de la Península Ibérica, una vez que los franceses volaron el edificio al abandonarlo cuando se marchaban en retirada en 1812. Desde entonces, aprovechando sus muros se levantaron numerosas viviendas, más tarde desalojadas en las sucesivas restauraciones. En la actualidad, cuenta con varias salas tematizadas en las que se recrean épocas pasadas, como la Cámara de la Condesa, la Armería o las Mazmorras, dos niveles de subterráneos donde se exponen más de 30 instrumentos y máquinas de tortura. Desde los torreones se pueden contemplar magníficas panorámicas del río Tinto y de la ciudad.
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