Son muchos los atractivos turísticos con que cuenta la localidad de Aracena, en pleno corazón del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. El Castillo, la Iglesia Prioral, la Gruta de las Maravillas, elMuseo del Jamón, el Museo de Arte Contemporáneo al Aire Libre, la flora y la fauna de una de las grandes zonas naturales de Andalucía, los senderos para recorrer a pie o en bicicleta, un rico patrimonio arquitectónico… Un pueblo de casas blancas y calles empedradas en el que viven su día a día unos vecinos que se caracterizan por su cordialidad y por el cálido recibimiento que dispensan siempre a quienes se acercan a visitarlos. Situado en el norte de la provincia de Huelva es un lugar de obligada visita que debemos anotar en nuestra agenda para cuando la pandemia del coronavirus sea solo un mal recuerdo del pasado.
Mientras tanto, desde el blog del Hotel Convento Aracena & Spa, en nuestro interés por haceros un poco más llevadero este confinamiento al que nos hemos visto obligados por la situación de emergencia sanitaria y en espera de volver a abrir nuestras puertas para recibiros, rebuscaremos en la memoria para conocer la leyenda del desgraciado amor entre la hija del alcaide del castillo, llamada Zulema, y un guerrero cristiano, y de la que aún queda el vestigio de la conocida como Fuente de Zulema.
Según se narra en el libro ‘Tradiciones de Aracena’, del escritor y periodista José Nogales y Nogales, publicado en 1926, el custodio de la fortaleza y de la belleza de aquella joven, su hija, no era otro que Mohamed Ben Abdallá Ben Elarbí, un guerrero duro e indomable que poseía dos de las mayores virtudes que a los ojos de Alah podían hacer sobresalir a un musulmán en aquellos tiempos: un odio profundo hacia el cristiano y una fe inquebrantable en el Profeta y en las enseñanzas del Corán. Pero igual o mayor que el amor que sentía por Alah y por su Profeta era el que profesaba por su tierna y sensible Zulema.
El alcaide se jactaba de lo inconquistable de su fortaleza, una vez que todos los intentos de asalto de las tropas cristianas eran rechazados. No podía imaginar, sin embargo, que el castillo ya había sido ‘conquistado’, toda vez que el corazón de su hija pertenecía a un cristiano. Todos los días, al anochecer, Zulema, acompañada de su fiel esclava, abandonaba los muros del castillo e iba al encuentro de su enamorado. Allí, aun sabedores del enorme peligro que corrían, la alegría y el amor, vigilados ambos por el titilar de las estrellas, lo inundaban todo. El cruel destino, sin embargo, estaba mucho más cerca de lo que ambos podían imaginar.
Un soldado avisó al alcaide de la traición que se estaba produciendo y Mohamed, como ‘agradecimiento’ al servicio prestado, hizo que le cegaran los ojos “que habían visto” y le cortaran la lengua “que había hablado” para que no pudiera dar nunca fe de lo allí contado. Su corazón se lleno de rabia y marchó en busca de los desdichados amantes. La alegría de estos se había tornado en tristeza pues el cristiano debía partir hacia la batalla y eso suponía que estarían algún tiempo sin poder verse. Él, antes de partir y mientras secaba las lágrimas que caían de los ojos de ella, le regaló la cinta azul que adornaba su torso y una cruz de oro que colgaba de su cuello.
Sola ya Zulema en aquel paraje, observada solo por los ojos de su esclava y acompañada del sonido de los cascos del caballo en el que se alejaba su amor, no sintió que el peligro se acercaba. Mohamed, preso de una inmensa ira, cercenó con su alfanje la cabeza de la criada y se acercó a una temblorosa chiquilla que, asiendo la banda azul y besando la cruz, se dispuso a morir. Más el padre tenía un castigo mucho mayor para ella y fue emparedarla viva en la torre más alta de la fortaleza. Fue tanto lo que la joven lloró, apenada por el dolor de no volver a ver a su enamorado, que de sus lágrimas brotó un manantial que acabaría convirtiéndose en la Fuente de Zulema, situada en la actualidad a las afueras de Aracena, en el denominado Paseo de la Gruta de las Maravillas.
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